El fallecimiento de Joaquín Costa

El 11 de febrero de 1911 moría Costa en Graus, tras sufrir una hemiplejía derecha el día anterior. El periódico El Liberal difundió la noticia al día siguiente por todo el país. La noticia tuvo un enorme impacto popular y sacudió a la opinión pública. Su hermano Tomás accedió a su traslado a Madrid para ser enterrado en el Panteón de Hombres Ilustres, en contra del deseo de Costa de ser enterrado en el paraje de Las Forcas, cerca de Graus. Pero  la reacción popular, animada tal vez por agentes que obedecían órdenes del Gobierno, el cual temía los posibles efectos políticos de la llegada del cuerpo de Costa a Madrid, lo retuvo a su paso por Zaragoza, donde finalmente fue enterrado en el cementerio de El Torrero, donde hoy se puede contemplar su mausoleo.

Las vicisitudes de su entierro fueron tan tortuosas como su propia vida. El cuerpo, embalsamado, fue trasladado en una galera tirada por mulas desde Graus hasta Barbastro, donde recibió un multitudinario recibimiento y homenaje. Desde allí, fue trasladado a hombros hasta el tren que le debería llevar hasta Madrid, pasando por Zaragoza. Todos se disputaron su cadáver.

Sirva como final de este esbozo biográfico estas palabras del propio Costa: "...Lo que interesa de mí, si algo puede interesar, es lo que he hecho y lo que he escrito. Y eso, si las gentes lo conocen, a nadie tengo que recordárselo, y si no lo conocen, será que no valga la pena, y entonces tampoco parece justificado que se les recuerde".

Actualmente, bien merece la pena recodar lo que Costa hizo y lo que escribió, pues sin duda, cien años después, el conocimiento de su obra, de su pensamiento y de su acción pública sigue valiendo la pena.