En un momento crítico para Costa, tras los fracasos políticos, el pleito de La Solana contribuyó a ahondar más sus frustraciones. Enfrentado a la Iglesia como abogado de los vecinos de esa localidad manchega para defender sus intereses sobre un legado dejado por un rico terrateniente a la comunidad, pero gestionado por unos sacerdotes, albaceas del mismo, Costa gastó numerosas energías en defender a los vecinos y en defenderse a sí mismo de acusaciones injuriosas. Este triste suceso distanció definitivamente a Costa de la Iglesia Católica, publicando su célebre artículo "A descatolizar toca, Sr. Costa".