Fracasos amorosos

A la pobreza y sus fracasos académicos se añaden en esos años un fracaso amoroso que le impidió constituir una familia y un hogar, que tanto ansiaba. Su enamoramiento de una joven oscense, Concepción Casas, no pudo traducirse en matrimonio, tras un breve tiempo de cultivar su amistad, por la oposición familiar, que veían en Costa un librepensador incompatible con el catolicismo ultramontano de la familia.

Unos años más tarde, en 1883, Costa tiene una hija natural. Pilar Antígone, fruto de la relación con una amiga, Isabel Palacín, viuda de un amigo y protector suyo, Teodoro Vergnes. Tras unos pocos años de vida en común en Barcelona, Costa abandonó su intento de crear la familia que siempre había querido tener. Una conjunción de factores se aliaron para que ese proyecto familiar fracasara y Costa siempre cargó con la culpa de haber tenido una hija natural y de no haber podido ocuparse de ella, aunque le daría su apellido. Una circunstancia más de su triste biografía.